ES PROBABLE que, de todas las formas de vida actualmente extintas, los dinosaurios hayan sido los que más han estimulado la imaginación del ser humano. Suele imaginárseles de un tamaño enorme y aspecto aterrador. Cuando en un principio se acuñó su nombre partiendo de los términos griegos que significan “lagarto terrible”, se creía que, en vista de que los fósiles de dinosaurio conocidos hasta entonces eran grandes, todos los dinosaurios habían sido terriblemente grandes.
Es cierto que algunos tipos de dinosaurios eran gigantescos y tenían un aspecto temible, y que su peso quizás era diez veces superior al de un gran elefante africano. Sin embargo, con el paso de las décadas, los paleontólogos han desenterrado huesos de dinosaurios mucho más pequeños. Hay algunos del tamaño de un burro y otros ¡no mucho más grandes que una gallina! Echemos una mirada a algunos de estos asombrosos reptiles de tiempos antiguos.
Reptiles voladores
Un reptil extinto curioso es el pterosaurio (“lagarto alado”), que incluye al pterodáctilo (“dedo alado”). Estos no eran ni dinosaurios ni aves. En realidad eran reptiles voladores, y por eso se les clasifica entre otros reptiles, como los dinosaurios y los cocodrilos. La envergadura de las alas de algunos de ellos era de ocho metros, aunque se sabe, gracias al descubrimiento de uno en Texas en 1975, que algunos tenían envergaduras de más de quince metros. Tal vez estos fueron los animales más grandes que hayan volado jamás.
Aunque los pterosaurios tenían los dientes, el cráneo, la pelvis y las patas traseras como un reptil, no se parecían en absoluto a los dinosaurios, que también eran reptiles, y aunque tenían el aspecto de aves con rígidas alas aerodinámicas, lo cierto es que también diferían mucho de un ave. Los pterosaurios se parecían a las aves en que sus huesos eran huecos y tenían pocas coyunturas flexibles en las alas y las “rodillas”. Sin embargo, mientras que las alas de las aves estaban cubiertas de plumas, las de los pterosaurios consistían en un repliegue membranoso, y mientras que el principal soporte del ala de un ave lo constituye el segundo dedo de la extremidad torácica, en el caso de los pterosaurios era el cuarto dedo el que se extendía para servir de soporte de la membrana alar.
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